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Saturday, Dec 27, 2025

La batalla por Internet estalla: Estados Unidos prohíbe a funcionarios europeos e ignita una crisis diplomática.

Washington prohíbe a cinco figuras europeas por supuesta censura, provocando una feroz reacción de Bruselas y exponiendo una lucha más profunda por el futuro control de internet.
Lo que comenzó como una disputa legal y tecnológica sobre la regulación del contenido en línea se ha convertido, en un solo día, en una grave crisis diplomática entre Estados Unidos y Europa, evocando recuerdos de los períodos más oscuros de la Guerra Fría.

El martes, la administración de Estados Unidos prohibió la entrada al país de cinco figuras europeas, acusándolas de liderar esfuerzos para imponer censura contra la derecha política en Estados Unidos.

Entre los afectados se encuentra Thierry Breton, un excomisario europeo ampliamente considerado como el arquitecto de la Ley de Servicios Digitales, actualmente el marco regulatorio más estricto del mundo que rige a las grandes empresas de tecnología.

El presidente francés Emmanuel Macron reaccionó con ira, describiendo la acción como "un acto de intimidación".

Para el miércoles, Macron y otros líderes de la Unión Europea habían lanzado una contundente ofensiva pública contra Washington tras el anuncio de la prohibición de viajes impuesta a cinco figuras clave de la esfera tecnológica y regulatoria de Europa.

Junto a Breton, cuatro prominentes activistas de organizaciones alemanas y británicas enfocadas en combatir la desinformación fueron colocados en la lista negra.

Estos incluyen a Imran Ahmed, director ejecutivo del Centro para Combatir el Odio Digital, una organización que ha chocado directamente con Elon Musk y ha publicado múltiples estudios sobre la propagación del antisemitismo y el discurso de odio en la plataforma de redes sociales X.

También fueron nombradas Claire Melford, cofundadora del Índice Global de Desinformación, que clasifica sitios de noticias según su riesgo percibido de difundir desinformación y asesora a los anunciantes sobre dónde no colocar anuncios, y Josephine Ballon y Anna-Lena von Hodenberg, líderes de la organización alemana HateAid, que brinda asistencia legal a víctimas de abusos en línea.

El secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, no hizo ningún intento por suavizar la decisión.

En una declaración publicada en X, acusó a los europeos de orquestar "un esfuerzo organizado para obligar a las plataformas estadounidenses a castigar a las opiniones estadounidenses que se oponen".

Rubio afirmó claramente que la administración Trump no toleraría más lo que llamó "actos indignantes de censura extraterritorial".

En Europa, el movimiento es visto en gran medida como un cruce de una línea roja.

El presidente Macron describió las sanciones como "intimidación y coerción" destinadas a socavar la soberanía digital de Europa.

"Europa no es una colonia de Estados Unidos", declaró Raphael Glucksmann, un miembro socialista del Parlamento Europeo, en un mensaje directo a Rubio.

"Usted ha elegido abrazar a dictadores y confrontar a democracias".

El propio Breton respondió con la agudeza característica, preguntando: "¿Ha regresado la caza de brujas de McCarthy?" Agregó: "Un recordatorio a nuestros amigos estadounidenses: el noventa por ciento del Parlamento Europeo votó a favor de la Ley de Servicios Digitales. La censura no está donde ustedes piensan que está".

La confrontación actual expone una profunda y creciente división entre las concepciones europeas y americanas de internet.

En su núcleo radica un choque fundamental entre regulación y libre mercado.

Europa promueve la Ley de Servicios Digitales, que impone responsabilidad legal a las plataformas para eliminar contenido ilegal, como la incitación al terrorismo o el daño a menores.

Estados Unidos, en cambio, se basa en la Sección Doscientos Treinta, que otorga a las plataformas una inmunidad casi total de responsabilidad.

Desde una perspectiva conservadora estadounidense, la Ley de Servicios Digitales es vista como un mecanismo para imponer normas europeas progresistas a las empresas estadounidenses.

El Reglamento General de Protección de Datos, que protege la privacidad del usuario, también es visto en Estados Unidos como un obstáculo para el modelo de libre mercado ultracapitalista apoyado por la administración actual.

Otro tema clave concierne a la clasificación de sitios web y la capacidad de etiquetar previamente a los medios como fuentes de contenido problemático.

El Índice Global de Desinformación, cuyo cofundador fue prohibido de entrada, clasifica los sitios de noticias en función del riesgo percibido de desinformación para ayudar a los anunciantes a evitar financiar lo que algunos países europeos incluso clasifican como noticias falsas criminales, particularmente cuando incluye incitación o manipulación política.

Esta actividad se asemeja estrechamente a los servicios proporcionados en Estados Unidos por grandes empresas comerciales como DoubleVerify o Integral Ad Science, que prometen a las marcas que sus anuncios no aparecerán junto a contenido dañino.

La diferencia, en la opinión de la administración Trump, es que el Índice Global de Desinformación funciona como una herramienta política diseñada para asfixiar económicamente a los medios conservadores de derecha, mientras que las herramientas comerciales de seguridad de marcas se consideran más neutrales.

La decisión estadounidense también forma parte de un patrón más amplio que implica el uso de sanciones personales contra funcionarios en instituciones internacionales.

Tan recientemente como en agosto, Washington impuso sanciones al juez francés Nicolas Guillou de la Corte Penal Internacional por su participación en acciones contra funcionarios israelíes e investigaciones sobre figuras estadounidenses.

Michel Duclos, un exdiplomático senior francés, describió el sentimiento de confusión en Europa: "Un enviado ruso celebra en Miami, mientras que a Breton se le niega una visa. Europa se está convirtiendo en la 'nueva Rusia' para Washington".

Sus comentarios destacan la paradoja en la que Estados Unidos parece estrechar lazos con actores considerados hostiles a Occidente mientras simultáneamente castiga a aliados tradicionales por disputas regulatorias.

El movimiento estadounidense también ha intensificado los temores de una internet global fragmentada, a menudo denominada 'splinternet', en la que las redes en línea se vuelven cada vez más locales, regidas por regulaciones y normas de acceso divergentes.

Donde las preocupaciones antes se centraban en el 'Gran Cortafuegos' de China, ahora están tomando forma dos bloques occidentales distintos: un 'internet europeo' altamente regulado frente a un internet estadounidense en gran parte 'libre', incluso anárquico.

A medida que la inteligencia artificial se convierte en el próximo gran campo de batalla, se espera que las diferencias regulatorias se profundicen aún más.

Europa ya ha tomado la delantera con su Ley de Inteligencia Artificial, mientras que Estados Unidos teme que tal legislación pueda sofocar la innovación en Silicon Valley.

Al mismo tiempo, muchos expertos en regulación temprana de la inteligencia artificial apoyan restricciones hasta que se comprendan mejor los posibles daños de la tecnología, mientras que China ha avanzado rápidamente al permitir que el desarrollo proceda a menos que se identifiquen peligros claros.

Internet y las redes sociales han demostrado ser herramientas poderosas para difundir mensajes políticos e incitaciones a una escala mucho mayor que hace una década.

Los temores actuales se extienden más allá de la retórica hacia el uso de estas tecnologías para ciberataques y actividades criminales organizadas.

En este contexto, las sanciones impuestas a los europeos parecen ser solo el disparo de apertura en una lucha más amplia por el control de la ingeniería de la conciencia digital global, con la Unión Europea buscando plena autoridad sobre lo que promueve como real y falsas realidades presentadas a sus ciudadanos por los gobernantes no electos, mientras que Estados Unidos de Trump, a diferencia de la administración Biden anterior que apoyaba la censura al estilo chino, aboga por la apertura, la democracia y una amplia y moderna libertad de expresión.
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