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Saturday, Jun 07, 2025

La Corte Española condena a la familia Ruiz-Mateos a prisión por el fraude de Nueva Rumasa.

La Corte Española condena a la familia Ruiz-Mateos a prisión por el fraude de Nueva Rumasa.

La Audiencia Nacional dicta sentencias para miembros de la familia Ruiz-Mateos involucrados en un esquema de inversión fraudulento que perjudicó a más de 4,100 inversores.
La Audiencia Nacional ha condenado a seis hijos del fallecido empresario José María Ruiz-Mateos a siete años y cuatro meses de prisión por delitos que incluyen fraude, blanqueo de capitales y ocultación de bienes relacionados con el fraude en torno a Grupo Nueva Rumasa entre 2009 y 2011. Los hermanos condenados, Álvaro, Zoilo, José María, Pablo, Francisco Javier y Alfonso Ruiz-Mateos, fueron hallados culpables de orquestar un esquema que engañó a los inversores y causó pérdidas financieras significativas.

Además, José Ramón Romero, el exdirector de la oficina del Grupo Rumasa en Jerez de La Frontera, recibió una pena de seis años y tres meses.

Un sobrino, Zoilo Pazos, fue condenado a seis años y cinco meses por su papel como participante y administrador de diversas empresas del grupo.

Ángel de Cabo, Fernando Juan Lavernia e Iván Losada también fueron condenados a penas de prisión que varían de tres a cinco meses por ocultación de bienes, mientras que otros cuatro acusados fueron absueltos.

El tribunal ha ordenado a los hermanos Ruiz-Mateos, junto con Pazos y Romero, indemnizar de forma conjunta a más de 4,100 inversores afectados que aportaron al menos 243 millones de euros a través de pagarés durante el período especificado.

La sentencia detalla que Nueva Rumasa operaba como un conglomerado complejo de empresas que carecía de una empresa matriz legal, empleando a menudo negocios en paraísos fiscales como Belice y Panamá para oscurecer la situación financiera del grupo.

A principios de 2009, el conglomerado enfrentaba millones en deudas y requería financiación urgente de 52 millones de euros para pagos inmediatos, con pasivos adicionales de 197.5 millones de euros que debían ese año y otros 194.6 millones en 2010. Ante estas circunstancias adversas, el liderazgo del grupo optó por implementar un nuevo mecanismo para atraer fondos del público mientras ocultaban su crítica situación financiera a acreedores, proveedores y consumidores.

Los fondos atraídos de los inversores se agruparon en un fondo común que sería redistribuido entre varias empresas del grupo, sirviendo como la única fuente de ingresos netos entre 2009 y 2011. Parte del capital recaudado fue desviado para los gastos personales de la familia.

El tribunal destacó que los fondos tenían como objetivo no solo enmascarar temporalmente la insolvencia de las empresas, sino también gestionar gastos personales sustanciales, incluidas deudas relacionadas con residencias familiares que superaban los 18 millones de euros a principios de 2009.

La gestión del grupo incluía a los mencionados hermanos Ruiz-Mateos y su padre, apoyados por un pequeño número de colaboradores leales.

Para asegurar inversores, la familia Ruiz-Mateos lanzó agresivas campañas mediáticas a nivel nacional, particularmente en prensa, prometiendo altos retornos en inversiones en sus conocidas empresas mientras proyectaban una imagen de salud corporativa que era engañosa y infundada.

El tribunal indicó que el mecanismo ideado por los acusados implicaba obtener préstamos de inversores, con reembolsos garantizados mediante pagarés no transferibles emitidos por empresas del grupo.

Explotaron la confianza del público en productos comercializados por sus negocios más establecidos, que tenían una presencia significativa en los mercados nacionales.

Durante el período examinado, el monto total recaudado por los acusados alcanzó aproximadamente 337.4 millones de euros de al menos 4,110 individuos, aunque las cifras exactas son inciertas debido a la presencia de inversiones opacas.

Los fondos se asignaron principalmente a una cuenta compartida de la que fueron redistribuidos de acuerdo con las necesidades específicas de las empresas del grupo.

Además, algunos de estos fondos se utilizaron para adquirir activos personales para la familia Ruiz-Mateos, incluidos vehículos e inmuebles, bajo la propiedad de empresas tanto españolas como beliceñas.

En marzo de 2011, en respuesta a crecientes presiones financieras y obligaciones diarias, los acusados comenzaron a presentar solicitudes de insolvencia voluntaria para empresas clave dentro del grupo.

Se implementaron diversas estrategias para proteger sus activos de acciones judiciales y posibles confiscaciones, ya que enfrentaban amplias responsabilidades legales y financieras hacia los inversores.

En este contexto, los hermanos Ruiz-Mateos contrataron a Ángel de Cabo, un especialista en reestructuración o liquidación de empresas en dificultades, junto con sus asociados Iván Losada y Fernando Lavernia, para ayudar a proteger sus activos.

Las sentencias también incluyeron la absolución de cuatro individuos, incluidos Alfonso Barón Rivero y Manuel Sánchez Marín, que no fueron considerados responsables en el caso.
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