Francia enfrenta una creciente parálisis política mientras el Primer Ministro François Bayrou se prepara para enfrentar una votación de confianza crucial.

El presupuesto de reducción del déficit de su gobierno—diseñado para recortar aproximadamente cuarenta y cuatro mil millones de euros a través de medidas de austeridad controvertidas como eliminar dos días festivos, congelar los pagos de bienestar y gravar a los pensionistas—ha suscitado oposición a lo largo del espectro político, uniendo a los bloques de izquierda y de extrema derecha en una resistencia casi unánime.

Bayrou, un centrista nombrado hace nueve meses, insiste en que es esencial una disciplina fiscal urgente, advirtiendo que la deuda de Francia, que se sitúa cerca del ciento catorce por ciento del PIB con un déficit que se acerca al seis por ciento, representa una amenaza para las generaciones futuras y para las redes de seguridad social del país. La votación está programada para el lunes y se espera ampliamente que resulte en su derrota, forzando su renuncia y el nombramiento de un nuevo primer ministro—el quinto de Macron desde 2022.

El vacío político es el legado de una apuesta fallida a principios de este año cuando el presidente Emmanuel Macron convocó elecciones parlamentarias anticipadas que dejaron a la Asamblea Nacional fragmentada, negando a cualquier bloque una mayoría.

El partido de extrema derecha Reagrupación Nacional ahora tiene el mayor bloque, mientras que la izquierda se ha agrupado en una coalición separada, dejando al gobierno de Bayrou aislado.

Bayrou argumenta que sin recortes profundos, Francia corre el riesgo de erosionar las finanzas públicas y sucumbir a la presión de los acreedores; sin embargo, sus audaces medidas lo han convertido en el tercer primer ministro en doce meses en enfrentar el colapso.

Macron ahora debe navegar por las consecuencias, equilibrando la urgencia económica con la frágil aritmética parlamentaria y el creciente descontento público.