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Friday, Mar 28, 2025

Las marcas estadounidenses enfrentan un boicot de consumidores en Europa en medio de crecientes tensiones comerciales y políticas.

Los compradores de la UE están evitando cada vez más los productos estadounidenses en los supermercados, citando aranceles, intervención política y descontento con la política exterior estadounidense.
Los supermercados de varios países de la Unión Europea están informando de un marcado descenso en la demanda de productos fabricados en Estados Unidos.

Mientras que los productos locales y europeos continúan agotándose después del fin de semana, las estanterías llenas de importaciones estadounidenses —como refrescos, cereales para el desayuno, ketchup y alimentos para picar— permanecen visiblemente llenas.

Este nuevo comportamiento del consumidor sigue a las crecientes tensiones entre Estados Unidos y la Unión Europea, intensificadas bajo los recientes desarrollos de políticas comerciales y la retórica política.

Los factores clave citados incluyen la imposición de nuevos aranceles a los productos europeos por parte de la administración Trump, la crítica vocal a las políticas de defensa de la UE y la implicación de figuras políticas americanas en elecciones locales europeas.

En Dinamarca, los supermercados han comenzado a etiquetar los productos europeos con estrellas para ayudar a los compradores a distinguir y priorizar los artículos fabricados en la UE.

Este enfoque busca promover la industria regional en lugar de hacer una campaña explícita contra las marcas estadounidenses.

Según las tendencias de búsqueda recientes, frases como "boicotear productos americanos" han aumentado en popularidad en las plataformas en línea europeas.

Foros de consumidores y grupos en redes sociales en países como Alemania, Francia y los Países Bajos han compilado listas de productos americanos, así como productos europeos que contienen ingredientes de origen estadounidense.

Algunos grupos también están animando a boicots de servicios digitales estadounidenses como Netflix, Amazon y WhatsApp.

Se informa que los compradores daneses han optado por adquirir productos de Irán en lugar de los de Estados Unidos.

En Berlín, empleados de importantes cadenas de comida rápida como McDonald's han observado una disminución constante en el tráfico de clientes, particularmente entre los consumidores más jóvenes, desde que comenzó la campaña de reelección de Trump.

En Canadá, se está llevando a cabo una tendencia paralela.

Algunas empresas han detenido la distribución de bienes fabricados en EE. UU. a minoristas canadienses en medio de disputas relacionadas con aranceles.

Las plataformas de redes sociales permanecen en gran medida no afectadas por estos desarrollos y continúan sirviendo como la principal herramienta de organización para los esfuerzos de boicot.

Los supermercados europeos han notado la creciente popularidad de alternativas locales a los productos básicos estadounidenses, como refrescos y aperitivos fabricados en Europa.

Las comunidades en línea también están circulando guías éticas que asesoran a los consumidores sobre si productos como Coca-Cola producida en Europa o helados Ben & Jerry's, propiedad de un conglomerado británico-neerlandés, deberían ser incluidos en los esfuerzos de boicot.

El boicot coordinado, aunque de naturaleza grassroots, se alinea con un mayor rechazo en Europa contra el presunto exceso económico y político por parte de Estados Unidos.

El movimiento coincide con la próxima implementación de aranceles adicionales sobre productos europeos por parte de EE. UU., programada para entrar en vigor el 2 de abril.

Las cadenas de supermercados, particularmente en países como Dinamarca y Alemania, se han abstenido de lanzar campañas antiamericanas, optando en su lugar por mensajes pro-locales.

Los compradores europeos también han respondido con un mayor apoyo a las industrias locales, incluida la compra de vinos y champanes franceses, ambos incluidos en la última ronda de objetivos de aranceles estadounidenses.

El impacto en las marcas de consumo estadounidenses en Europa sigue siendo objeto de observación mientras los minoristas y fabricantes monitorean cambios en el comportamiento de compra vinculados a desarrollos geopolíticos y comerciales.
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